viernes, 18 de septiembre de 2015

Lavado de trenes

En medio de una especie de pacto del silencio, casi entre gallos y media noche, aunque a través de la Bolsa de Valores, el enigmático venezolano Carlos Gil quedó al mando de la Ferroviaria Andina, con lo que completa su hegemonía en los dos ramales ferroviarios del país.
Dueño, en orden de magnitudes, de Gravetal, la Ferroviaria Oriental, ATB, La Razón y PAT, este inversionista sigue avanzando, ante la mirada impávida, o quizá complaciente y cómplice, del Gobierno nacional, que mira el progreso de este empresario como mirar un tren que pasa por el horizonte.

Estuvo a punto de comprar Electropaz, algo que seguramente sigue en su mira, y está esperando que se produzcan oportunidades en la minería estatal, que probablemente se den ahora que el ministro de Economía ha dicho que cerrará todas las empresas estatales deficitarias.

Cuando Gil compró los medios de comunicación se dijo, aunque nunca fue oficialmente acusado, que había usado dólares preferenciales venezolanos (comprados al cambio oficial), y que incluso lo había hecho en complicidad con el embajador venezolano de entonces en Bolivia, que fue destituido por Hugo Chávez.

Lo que sorprendió fue que Gil siguió operando. Siguió comprando empresas. Eso abrió la sospecha de que, en realidad, se trata de un testaferro, de un presta-nombre, pero no de capitalistas venezolanos, sino de otros, con fortunas de dudoso origen, pero bolivianas. Un lavado en grande.

En realidad, los ingenuos, o los “giles”, serían quienes creen que él es el verdadero comprador. Él es, si se mira bien, una especie de corporación, de sociedad anónima y no sólo anónima, sino casi clandestina.

Lo cierto es que un empresario venezolano, que también tiene la nacionalidad paraguaya, representa ahora un poder económico equivalente, en sus tiempos, al que tuvieron los barones del estaño, los tres juntos, o el Estado boliviano cuando lo nacionalizó casi todo.

La compra de la Ferroviaria Oriental se hizo en su momento en silencio, en sigilo, y lo mismo ocurrió con Gravetal, un estilo que se aplicó ahora con la compra de la Ferroviaria Andina.

El Gobierno ha callado ante esta operación que se dio en la Bolsa de Valores. No dijo nada. En cambio, cuando se dio la venta de Soboce, también en la Bolsa, el propio Vicepresidente criticó la operación diciendo que había sido hecha en sigilo, “a espaldas del país”.

En todo caso ahora sí se puede hablar de un monopolio ferroviario en el país un tema que fue considerado inclusive durante la venta de los ramales para no permitir que una sola empresa tenga todo el control del sistema a nivel nacional.

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