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lunes, 24 de junio de 2013

En Magdalena, el tren ahora sólo transporta carbón y ya no pasajeros

A Goyo, como le dicen a José Hernández, no le dan un tapabocas para protegerse del polvillo de carbón que desperdigan los 13 trenes que, dice, atraviesan la aldea del municipio Zona Bananera, en el septentrional departamento colombiano de Magdalena.

Los trenes pasan a 80 kilómetros por hora, sin nada que cubra las 160 mil toneladas diarias del mineral negro extraído a 226 kilómetros al sureste, en el vecino departamento del César, por las corporaciones Drummond de EEUU, Prodeco de Colombia y Colombian Natural Resources.

Cuando viene el tren, Goyo coloca lado a lado de la línea férrea dos conos plásticos anaranjados, unidos por una cuerda donde se columpia una pequeña placa metálica roja con letras blancas a mano: “Pare”.

Tucurinca no tiene alcantarillado, pero sí acueducto, aunque sólo funciona seis horas cada dos días. Por eso no es raro que las mujeres laven ropa a las diez y veinte de la mañana en la acequia que corre al pie de la carrilera.

Ana Rosa Figueras no tiene acueducto en su choza al pie del ferrocarril. En su jardín hay un medidor de la calidad del aire, con un pequeño techo metálico. Unos hombres “vienen cada dos días, destapan la casita, miran un papel y apuntan. Vienen a mirar lo del polvillo del carbón”. “Eso lo estudian, para ver si da enfermedad”, detalla.

La gente se queja de dolencias que no eran tan comunes antes, “cuando había tren”; es decir, cuando éste era para pasajeros y traía y llevaba mercancías. En la región afirman que el tren está transmitiendo “enfermedad” y que todo está contaminado por el polvillo, además que cunden el asma y la bronquitis crónica.

Otros impactos son la vibración repetitiva, que agrieta las casas y el ruido. Los decibeles que produce el tren son entre diez y 85 veces más altos que el ruido normal.

“Tiemblan puertas y ventanas. Hay casas que están rajadas. Les tapan la rajadura y se vuelven a partir”, dice el comerciante de ganado Luis González, recostado contra el muro de su hogar frente a la carrilera.

“Claro que me molesta el tren”, dice su vecina Ramona María Moreno, que nació en 1924. “Si el pueblo no se mueve, no hay nada que hacer. ¿Qué hago yo con quejarme si los demás no me acompañan?”, comenta.

Colombia exporta entre 92 y 95 % del carbón que produce y es el quinto productor mundial. El 35,3 % del carbón que consume Europa es colombiano.

Pero esta industria establece mínimos encadenamientos productivos y, por lo tanto, no dinamiza de forma directa la economía. Por eso en Tucurinca, como en otros pueblos a lo largo del viaje del carbón al mercado global, el tren pasa, pero no llega.

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